jueves, 18 de diciembre de 2008

Última descubierta!

No tengo palabras. Un robot de un barco de investigación submarina italiano ha capturado esta imágen.


Si algún afortunado encuentra una réplica del retablo que a mi juicio parece como una llave, podrá ver lo mismo que yo en estos momentos...

El descubrimiento de la Atlántida



Así que los antepasados atlantes viajaron a Barcelona (Barcino entonces) para algún tipo de intercambio, es decir, su ciudad no debería estar muy lejos de nuestras costas. Entonces se me encendió la luz. Tracé una línea imaginaria entre los tres puntos remarcados en el gélido mapa. Describía un triangulo peculiar, el baricentro del cual supuse que sería una localización interesante (como se ve en la imagen). ¡Ya lo tenía! ¡Ya sabía la ubicación de la Atlántida! Salí corriendo del despacho comunicando la noticia, habíamos descubierto algo grande. Quien quiera encontrarme, de ahora en adelante, sabe dónde buscar. Entre la bota de Italia y la isla de Córcega existe un fondo marino irregular, con muchas depresiones y cambios de profundidad. Estaré allí hasta que, definitivamente, me encuentre con la ciudad perdida de la Atlántida.

"Indiana Jones"



Volví a la cámara frigorífica para estudiar otra vez el retablo encontrado. Entonces entendí qué era la mancha de color blanco en el centro de este y que llevaba en su pie la palabra Mediterráneo (Μεσόγειο). Se trataba de un mapa primitivo del mar Mediterráneo. En él había 3 hendiduras más profundas a modo de señalización. Estas marcas señalizaban el estrecho de Gibraltar (¡las Columnas de Hércules!), la zona de las islas griegas (el volcán Santorini) y las costas próximas a Barcelona. ¿Barcelona? ¿Qué se suponía que significaban las costas catalanas en todo esto? ¿Acaso la Atlántida esta próxima a nuestra ciudad? Tenía muchas preguntas, pero las respuestas llegaban con cuentagotas.

Estaba a punto de conseguir algo. Me sentía como Indiana Jones pero me faltaba alguna pieza del puzle. Revisando la historia de Barcelona y situándome en las fechas de los acontecimientos de la Atlántida, descubrí que los primeros pobladores destacados fueron los layetanos, un pueblo íbero, hacia los siglos VII y VI a.C. . No obstante, consta en la historia de la ciudad que en las cercanías de la primitiva Barcelona, había un pequeño establecimiento griego, de nombre Kallipolis (Καλιπολις). Quizás en este establecimiento griego se tuviera algún contacto con los atlantes. Según mis investigaciones se trataba de un contacto comercial, pues en dicho establecimiento se acuñaba una moneda especial.

La aportación de un poeta Catalán



Las referencias griegas parecían algo confusas. Necesitaba información un poco más próxima a mí. Fue entonces cuando descubrí que Jacint Verdaguer, poeta catalán, escribió “L’Atlántida” en 1877, obra que impulsaría a la “Renaixença” y que ganaría los Juegos Florales de Barcelona de dicho año. En los poemas describe cómo Colón (el descubridor de América) se encuentra a un ermitaño que le narra la historia de la Atlántida. Verdaguer me daba la razón en que, estuviese donde estuviese la Atlántida, esta estaba enterrada bajo el mar, aunque la ubicó próxima al Teide, en las Islas Canarias:



“I assaborint lo tebi record de sos abraços,
semblava viuda dir-li: —Oh, Atlàntida! a on ets?
Com solia, ahir vespre m’endormisquí en tos braços,
i avui los meus no et troben, d’esgarrifança freds.

On ets?— I ai!, on l’hermosa solia els cors atraure,
lo pèlag responia: —Jo l’he engolida anit;
fest-te enllà! entre les terres per sempre em vull ajaure;
ai d’elles!, ai, si m’alço per eixamplar mon llit!—

Li carregà feixuga l’Omnipotent sa esquerra,
i el mar d’una gorjada cadavre l’engolí,
restant-li sols lo Teide, dit de sa mà de ferre
que sembla dir als homes: —L’Atlàntida era ací!— “



La idea del Teide no me acababa de convencer. No concebía que los atlantes, por muy avanzados que estuvieran en la nav egación marítima, pudieran hacer frente a Atenas como narra Platón en sus diálogos.No obstante, aprendí mucho de los atlantes gracias a las historias del ermitaño de Verdaguer.

La investigación



La primera vez que me topé con la Atlántida yo tenía 5 años. Fue con un fabuloso videojuego de la mano de la productora LucasArts (de George Lucas) llamado “Indiana Jones and the fate of Atlantis”. Trataba de eso precisamente, de conducir a Indy hasta el encuentro de la desaparecida ciudad de una civilización muy avanzada donde sus miembros se hacían llamar Atlantes. Pero eso no se trataba de ningún juego. Me tuve que convertir en Indiana Jones (eso sí, sin su carismático sombrero) para encontrar una explicación del descubrimiento que habíamos hecho.

Le pregunté a “Google” qué más sabia sobre la Atlántida. El primero en mencionar esta ciudad fue el gran filósofo griego Platón en los diálogos de Timeo (otro discípulo de Sócrates) y el Critias (un legislador ateniense). Éstos cuentan cómo los atenienses consiguieron detener el ataque del imperio de los Atlantes, unos belicosos habitantes de una gran isla llamada Atlántida, que ellos localizaban frente las Columnas de Hércules (que es el término que Platón utiliza para lo que ahora conocemos como Estrecho de Gibraltar). No obstante, cuentan que esta isla desapareció a causa de un terremoto y una inundación poco después de la victoria ateniense. Otorgan a los dioses el hecho de que acabaran con el imperio atlante a causa de su soberbia, pero el único hecho real que nos consta es la explosión de una caldera volcánica en el archipiélago de Santorini (islas griegas) que llegó a crear un tsunami que arrasó todo el Mediterráneo Oriental unos 2000 años antes de Cristo.


Las primeras pistas



Primero vinieron las sorpresas y las dudas. ¿Qué significaba aquello? ¿De dónde procedía ese retablo de hielo? ¿Sería como los mensajes dentro de una botella y que se dejan a la deriva en el mar? Lo apartaron cuidadosamente, pero sin darle más importancia que la de un curioso hallazgo.

Fue entonces cuando me llamaron para que bajara al taller y le echara un vistazo. Llegamos a la conclusión de que las inscripciones que contenía eran griegas. Posiblemente se trataba griego antiguo, el griego de los primeros pensadores y de la primera civilización avanzada que apareció en Europa. Desgraciadamente nuestros conocimientos de griego antiguo eran escasos, así que contactamos con un experto en filología clásica de la Universitat de Barcelona. Para él la resolución fue muy sencilla, pues tampoco contenía mucho texto. Lo único que decía era lo siguiente:

- Ατλαντίς νησος – Que significaba algo parecido a “Isla de Atlas”
- Μεσόγειο – Que quiere decir “Mediterráneo” en griego.

Ya teníamos dos pistas para saber de qué se trataba.

El tablón de la Atlántida



Surgió la duda en nuestros escultores. La curiosidad de saber de qué se trataba el retablo de hielo transparente incrustado en el iceberg hizo acelerar el trabajo. Poco a poco iba tomando forma la escultura al mismo tiempo que nos acercábamos a un descubrimiento sin precedentes.

Pasaban las horas y el trabajo de nuestros escultores avanzaba. Cada vez estábamos más cerca de la extracción de ese cuestionado objeto brillante. Hasta que llegó el momento. Con sumo cuidado, entre los dos escultores encargados de la realización de la escultura, sacaron un pequeño retablo congelado, con una extraña forma y con unas inscripciones poco comunes.

En búsqueda de la ciudad perdida



Recientemente tuvimos un encargo un tanto peculiar. Se trataba de la talla de una escultura hecha de hielo procedente de un iceberg. Así pues, encargamos a una empresa de Canadá la importación de un bloque de hielo de iceberg de unas dimensiones de 2metros cúbicos aproximadamente.

Fue entonces cuando nuestros escultores comenzaron a darle forma al megalito. Poco a poco, el hielo empezó a tomar unas tonalidades variantes y a emitir una luz cambiante, hasta que se encontraron con un hecho insólito. En un principio, pensaron que se trataba de algo común en el hielo de un iceberg; en su interior se hallaba una capa de hielo de una tonalidad distinta al hielo blanco de un iceberg (cuando este está a bajas temperaturas).